Hace unos meses -durante el confinamiento- tuve la oportunidad de conocer a Paloma García, presidenta de la Asociación de Moda Sostenible de Madrid y fundadora de la plataforma The Circular Project, un proyecto que tiene como objetivo implantar la sostenibilidad en la industria de la moda. En nuestro encuentro telefónico Paloma me hizo participe desde los primeros minutos de nuestra conversación de la importancia y la relevancia que debería tener la sostenibilidad en una industria tan contaminante como es la de la moda. Y es que, gracias a ella y a otras muchas expertas en moda consciente, tales como, la fundadora de Slow Fashion Next, Gema Gómez; la co-cordinadora de Fashion Revolution España, Alejandra de Cabanyes o la autora del libro Al borde de un ataque de compras, Brenda Chávez, tanto mi proyecto personal, como este pequeño reportaje han podido ver la luz.
La industria de la moda quiere cambiar
La industria de la moda en los últimos años está intentando transformarse, dada la situación medio ambiental y social del planeta. Una situación agravada, en parte, debido al aumento de producción y consumo que se ha generado en los últimos años. Ya no hablamos de dos temporadas en la moda como era tradicional, sino que se ha pasado al sistema de las innumerables colecciones cápsulas a lo largo del año. Al igual que tampoco se compra ropa con la idea de invertir en una pieza duradera. Sin embargo, gracias a iniciativas como The Circular Project se está demostrando que una nueva manera de hacer moda también es posible.
En la actualidad este sector es el segundo más contaminante del mundo detrás del petróleo, de acuerdo con la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Al año se fabrican 150.000 millones de prendas en todo el planeta, generando así 1.200 millones de toneladas de CO2. Sin embargo, el problema no solo radica en este sentido, ya que, como indica Alejandra de Cabanyes, co-cordinadora de la plataforma Fashion Revolution: “Las personas que hacen nuestra ropa viven predominantemente en la pobreza, sin un salario digno y con unas condiciones de trabajo deficientes”. Brenda Chávez, autora del libro Al borde de un ataque de compras, lo confirma, alegando que en las fábricas de fast fashion de Bangladesh se paga a las trabajadoras entre 30 y 60 euros mensuales por 14 horas diarias de trabajo.
Este modelo de consumo rápido imperante ha supuesto en las últimas décadas una metamorfosis para la industria de la moda. Paloma García explica: “Se suele adquirir moda a un precio muy bajo, pero muy elevado para el medio ambiente y la sociedad”. Según advierte el informe Emissions Gap Report del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, solo nos quedan 12 años para salvar el planeta del cambio climático. Es decir, tal y como señala Chávez: “Si no atajamos el problema ahora, las próximas generaciones no lo podrán resolver. Estamos en el tiempo de descuento para tomar conciencia definitiva y actuar con contundencia”.
En este contexto, el modelo slow fashion pretende cambiar la mentalidad existente del sector textil hacia otra visión en la que se apueste por una industria de la moda más sostenible, es decir, busca que tanto productores como consumidores sean conscientes y respetuosos con el planeta. Los objetivos en los que se centra se basan en: incrementar el tiempo de uso de la ropa mejorando su calidad, eliminar sustancias tóxicas, cuidar de los empleados a lo largo de la cadena de producción, medir el gasto de agua y reducir las emisiones de CO2 causantes del efecto invernadero. En definitiva, una industria en la que como señala García: “Se abogue por un sistema circular en el que cada prenda pueda prolongar su vida una vez sea desechada. Cuidando así de la naturaleza y de las personas que forman parte de ella”.
Uno de los mayores problemas del sector radica en que la mayor parte de la sociedad no sabe de dónde viene la ropa que compra, quién la hace o en qué condiciones. Chávez apunta lo siguiente: “Cuando compras una camiseta en rebajas por 4 euros, lo último que piensas es en que detrás de ella hay personas cobrando 30 euros mensuales por 12 horas de trabajo diario. Al igual que tampoco nos percatamos del coste que esto significa para el medio ambiente en los países donde se produce nuestra ropa, ni de la huella medioambiental que esto provoca”.
Según la autora, solo usamos el 30% de nuestro armario y el otro 70% permanece intacto porque un día decidimos que lo necesitábamos. La fundadora de The Circular Project, además, afirma que se compra cuatro veces más ropa ahora que hace 40 años. El resultado de esta manera de consumir es que de toda la ropa que producimos, solo se recicla un 2 %, lo que se traduce en que 900.000 toneladas de residuos textiles al año acaban en la basura. De esta, solo 90 millones se recuperan y el resto se queda en los vertederos con la contaminación que esto conlleva. Por lo que, de seguir así, este sector será el responsable en 2050 del 25 % de todas las emisiones de CO2 del mundo.
Sin embargo, la realidad es que reducir el uso de agentes químicos, el consumo energético y el gasto de agua es solo el principio del cambio real. Se tiene que transformar la forma en la que se fabrica, pero también en la que se consume, ya que, utilizar materiales biodegradables y algodón orgánico es el primer paso, pero es insuficiente si se sigue produciendo 5 millones de camisetas al día. Se tienen que buscar medidas reales para intentar frenar esta situación.
Por estas razones, el slow fashion es la solución objetiva que necesita el futuro de la moda y el planeta. Un modelo que se basa fundamentalmente en ralentizar el ritmo de consumo, creando prendas atemporales y de calidad que sean capaces de trascender las tendencias para ser lo más duraderas posibles. Según García: “Esta concepción pretende que fabricantes y consumidores miren más allá. Más allá de las temporadas y tendencias, pero también más allá de la competitividad por los precios que hace que muchas veces se resignen a tener peores calidades en sus tejidos y así poder venderlos más baratos. Se trata de observar el producto y ver de qué manera se puede reducir el impacto que podría generar o la poca durabilidad que seguramente tenga”.
En este sentido, Gema Gómez, fundadora de la plataforma Slow Fashion Next, manifiesta: “La moda del futuro será sostenible o no será”. Y es que, para la cultura del slow fashion, es mucho más fácil llevar una vida consciente de lo que pensamos, ya que, tener un consumo de bajo impacto no tiene que estar reñido con el placer. Alejandra de Cabanyes explica: “La sostenibilidad en moda es el único futuro posible, ya que, físicamente a nivel medioambiental y sociológico, el planeta no soporta más. El sistema tal y como está concebido es insostenible”. Por ello cree que toda la industria acabará transformándose a la sostenibilidad en su totalidad.
Además, García cree que las medidas que hay que adoptar son bastante drásticas. “No podemos seguir haciendo las cosas como lo estamos haciendo hasta ahora. Necesitamos un cambio de paradigma brutal porque el avance hacia la sostenibilidad no está ocurriendo a la velocidad que tendría que ocurrir”. Desde The Circular Project, un proyecto pionero de sostenibilidad y una iniciativa que intenta ir más allá de lo que se conoce como moda, García predica la economía del Bien Común y la Economía Circular: “El objetivo último de mi proyecto es conseguir circularizar todos los procesos con los que me relaciono, de tal manera, que el impacto de toda mi actividad sea nulo, o, por lo menos, que se compense, de tal manera, que llegue a contrarrestarse”.
Esto, según ella, significa preocuparse por los materiales de los diseñadores, por las colecciones y por si las prendas se pueden reciclar o no. “En mi empresa tengo que cuidar muy bien todos los aspectos y toda la cadena de valor con la que me relaciono. Ya que, no puedo estar promulgando una ética y una manera de trabajar y luego tener un proveedor que está llevando a cabo malas prácticas ambientales y sociales”, concluye.
En definitiva, la mentalidad en la que viven aquellos que se han unido a este modelo de consumo se basa fundamentalmente en un principio común: dar más importancia a la calidad que a la cantidad, o, dicho de otro modo, “consume menos, pero mejor”, tal y como dicta la autora de Al borde de un ataque de compras.
¿Qué pueden hacer los consumidores?
Para García, la ropa más sostenible es la que ya tenemos en el armario. Sin embargo, para encontrar rutinas nuevas y cambiar de hábitos hacia un consumo consciente, el primer paso es abordar la información y la educación. “Sin ser informados verazmente nunca seremos conscientes de la situación actual en la que se encuentra la industria de la moda y por consiguiente el medio ambiente y los grupos humanos que la rodean”, explica Gema Gómez.
De Cabanyes lo confirma, explicando que las futuras generaciones son las más importantes porque son ellos los que van a sufrir los problemas medioambientales más relevantes y las grandes consecuencias del cambio climático. Por ello, de acuerdo con las expertas, la clave consiste en concienciar desde la educación y apostar por una moda más consciente y respetuosa, basada en el diseño atemporal.
Según asegura García: “Ahora mismo estamos desechando 9 toneladas diarias de residuos textiles solo en Madrid y esto es un grave problema. No es que tengamos 12 años para cambiar nuestros hábitos, es que ya vamos tarde. Las medidas que hay que empezar a tomar tienen que calar tan profundamente en nosotros que formen parte de nuestras rutinas y hábitos”. Por su parte, Gema Gómez, sugiere: “Ve a tu armario y mira la cantidad de prendas que tienes. Piensa en cómo las compraste, si fueron compras que te hacían sentirse mejor de verdad o si fueron compras por impulso para tener un cierto reconocimiento social”.
En conclusión, el objetivo es conseguir tener una selección de piezas de moda imperecederas, combinables y que se puedan usar en distintas ocasiones, es decir, lo que se denomina tener un armario sostenible.
¿Cómo llevar a cabo prácticas sostenibles?
Las opciones son múltiples y cada día nacen nuevas propuestas. Por ejemplo, García cree que el reciclaje textil va a ser el gran protagonista de la moda. “Es la gran materia prima de la industria porque tenemos mucho residuo textil apto para trabajar. Además, esto también significa contribuir a la circularización de todo el proceso, de tal manera que cada vez se emita menos CO2 a la atmósfera”.
Muchos profesionales coinciden en que la solución pasa por apostar por un sistema en el que la moda sea circular. Un sistema que sea capaz de alargar la vida de las prendas y tejidos: de reparar, de donar, de intercambiar, de reutilizar, de alquilar, de reciclar y también de modificar a través del upcycling.
Uno de los caminos más relevantes hacía la sostenibilidad es el sistema de las tres R: reducir, para disminuir el volumen de residuos; reutilizar, con practicas como el up-cycling y la ropa de segunda mano; y reciclar, la opción más demandada entre las marcas que emplean materiales sostenibles.
La lógica en la que nos hemos movido hasta el momento no es factible en la actualidad.
La consciencia de los daños que se producen tanto en la naturaleza, como en los seres humanos será la que nos abrirá los ojos y nos llevará a querer revertir esta situación. Porque tal y como alega Chávez: “El planeta tiene unos recursos finitos y el crecimiento ilimitado en el que estamos inmersos, consumiendo cada vez más prendas de ropa y desechándolas cada vez antes, nos ha llevado a situaciones como la actual”.
La solución, según los profesionales del sector, está en reinventarse y empezar desde cero, replanteándose los cimientos sobre los que está construido el sistema de consumo y producción. Empezar a ser más conscientes, cambiar los hábitos de consumo de una manera progresiva y, sobre todo, preguntarse siempre cómo ha sido producida la ropa que compramos, quién la ha elaborado, en qué condiciones y con qué tejidos. Porque las opciones existen, la cuestión es buscarlas.
Y es que, la realidad es que el modelo de consumo al que estamos expuestos no es ya solo erróneo, sino insostenible. Porque no necesitamos cambiar de bolsos, ni de chaquetas, ni zapatos cada temporada. Necesitamos invertir en piezas de calidad, que tengan la mayor duración posible y que no sucumban a la tendencia reinante de la temporada.
Tal y como decía Galeano: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo” y la idea de empezar a transformar la manera en la que consumimos y de querer formar parte de este cambio de paradigma, que modificará la concepción que tenemos sobre la moda en la actualidad, es el primer paso para cambiarlo por completo.
Artículo escrito por Lucía Sobas.
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